Segundo Congreso Mexicano de Agroecología

“Construyendo territorios, saberes y políticas públicas para el buen vivir”
6 al 9 de septiembre de 2022

La humanidad se metamorfosea ante nuestros ojos.
Nunca fue su aventura tan prometedora ni tan azarosa”.
“Poblaciones, herederas de las más antiguas civilizaciones,
Huyen en balsas, como tras un naufragio”.
Amin Maalouf. 2019.

Introducción

Actualmente padecemos la crisis más profunda de nuestra historia contemporánea a pesar de que vivimos bajo el progreso tecnológico más grande de todos los tiempos. La pandemia, originada con la alerta sanitaria emitida desde China se extendió rápidamente por gran parte del mundo y puso en evidencia la grave y frágil conexión entre economía, salud y medio ambiente, mostrando el rostro más perverso de los intereses materiales y de lucro que se anteponen a la vida humana, vegetal y animal, sin importar los costos sociales y ambientales que se generan y los riesgos crecientes a los que está expuesta la humanidad. El virus que provoca el Covid-19 ha dejado al descubierto múltiples contradicciones, contagios, letalidad y secuelas, en un escenario mundial en el que la disputa se da en muchos terrenos; en especial hoy el económico y el de la salud, vista ésta por un lado como negocio y privilegio, frente a la visión de la solidaridad planetaria y la necesidad de repensar el rumbo hacia el que viajamos y en el que incluso la gran potencia económica mundial ha sido la más golpeada y la afectada por la crisis en vidas, costos materiales y políticos.

Así, en estos días se ha puesto en entredicho el modelo civilizatorio y de vida dominante bajo el cual nos encontramos, basado en un “orden” energético con los combustibles fósiles como estandarte, el cual fue duramente golpeado con precios del petróleo por debajo de sus costos de producción en el mercado internacional. La vida social y el comercio global se desquiciaron y tardarán largo tiempo en recuperarse; al tiempo que, los cuestionamientos al modelo hegemónico de agricultura y los sistemas agroalimentarios se multiplicaron y saltaron por todos lados, mostrando sus efectos más lesivos para la salud, la seguridad y el bienestar humano. Así surgen insistentemente preguntas sobre: ¿Qué comemos? ¿Cómo se produce lo que comemos? ¿A qué costo social, económico y ambiental? ¿Quién domina la producción y controla la agricultura, ¿Quiénes le dan vida? ¿Nos alimentamos o engordamos el bolsillo de las empresas trasnacionales?

El destino nos alcanzó con catástrofes ecológicas, cambios climáticos abruptos, inundaciones, sequías, hambrunas, con crecientes niveles de contaminación y deterioro del suelo, agua, aire, subsuelo; con la pérdida de la biodiversidad y de especies que podrían ser para siempre y la de agroecosistemas que son fuertemente golpeados por una economía que les es desfavorable y por megaproyectos o programas sin el más mínimo respeto por los territorios, culturas y pueblos que los sostienen. Hoy, cuando el telón se desgarró, no sólo el modelo de sociedad y de agricultura dominantes bajo los cuales vivimos son duramente cuestionados; las propias instituciones universitarias y la orientación de la ciencia y de la tecnológica son puestas a reflexión y en duda su labor: ¿Qué se estudia, para qué se estudia? Quienes dominan la investigación controlan los conocimientos, los patentan y los venden en una relación de mercado sin ética ni sentido social.  Hoy han saltado a la vista de todo mundo temas sobre ¿quiénes controlan los medicamentos, las vacunas, los equipos médicos? ¿Cuáles son los verdaderos intereses de las grandes compañías farmacéuticas, de las productoras de fertilizantes, de semillas, transgénicos? ¿Qué alternativas ofrece la agroecología, ente la disputa que, en el ámbito nacional, se da por el nuevo etiquetado de alimentos y por la inminente suspensión del uso de agrotóxicos que afectan la biodiversidad y la vida misma?

Infinidad de preguntas han surgido, pero no todo lo que trajo la crisis sanitaria ha sido catastrófico, pues nos permite valorar la marcha de la sociedad en todos sus terrenos: económico, social, ambiental y hasta en el plano de la educación y la enseñanza, y en general, del buen vivir. El respeto y cuidado de la naturaleza vuelve a ser un tema prioritario y de vital importancia en un modelo civilizatorio que pueda perdurar, y que apoye a resolver los problemas generados con la Revolución Verde como la pérdida de biodiversidad, contaminación de suelos, alimentos, mantos acuíferos, erosión de suelos, problemas de salud en productores, trabajadores agrícolas y consumidores.

Hoy más que nunca la agricultura debe analizarse y aplicarse desde un punto de vista holista, desde las ciencias de la complejidad, incorporando el enfoque de género, la necesidad de que las políticas públicas favorezcan el bienestar de las mayorías, tomando en cuenta los límites de la naturaleza, empleando técnicas agroecológicas con el uso de recursos locales, con procesos de comercialización donde se favorezcan los circuitos cortos y se tejan saberes y reciprocidad a nivel comunitario y territorial.

 

Elaboración y mantenimiento de la página: Cecilia Elizondo